Yo ciudadano
Dos del fin de semana en Acapulco
Gustavo Martínez Castellanos
Uno. Que Guerrero Seguro está funcionando en Acapulco lo demuestra el hecho de que nuevamente las patrullas de Tránsito se atreven a circular por la ciudad y a levantar autos supuestamente mal estacionados, que era algo que ni por asomo hacían debido al temor de levantar por error algún auto cuyo dueño fuera narcotraficante.
Los ciudadanos descansamos entonces de la extorsión de las autoridades locales, que si bien no atacaban al crimen organizado tampoco nos molestaban. Ahora que poco a poco asoma cierta atmósfera de seguridad –debida al Ejército y a la Policía federal- las fuerzas del orden locales nuevamente salen a levantar indebidamente autos e infracciones.
El domingo pasado pudimos atestiguarlo cuando regresamos al lugar en que habíamos dejado el auto y ya no estaba. Una señora que vende raspados nos dijo: Hace cinco minutos que se lo llevó la grúa. Fuimos a las oficinas de Tránsito y lo que vimos era increíble: una grúa del gobierno municipal depositaba en el corralón hasta dos autos al mismo tiempo. Allá, al fondo, estaba el nuestro. Preguntamos por el encargado y nos señalaron a una señora sin uniforme que vestía pantalón de mezclilla y blusa a colores. Junto a ella un muchacho alegaba que el auto detenido era de un agente ministerial.
Preguntamos a la señora bajo qué criterios habían recogido el auto si no estaba mal estacionado y ella respondió que había una cámara grabando en la costera. Preguntamos por su ubicación y ya no quiso responder. Más tarde llegó su jefe, un señor que iba en bermuda, chemisse y mocasines y que al igual que ella no llevaba ni distintivo (la placa oficial) ni el gafete reglamentarios. Cuando le preguntamos dónde estaba la cámara que grababa en la costera a los autos mal estacionados él nos aclaró que no había tal cámara (¿y el C-4?), que la señora se había referido a la cámara del chofer de la grúa con la que fotografiaba los autos que iba a recoger, que en cuanto llegara nos enseñaría la foto que él había tomado del auto que reclamábamos. Preguntamos si aquella cámara era oficial y que si archivaban las fotos. Nos dijo que no, que sólo era la cámara personal de ese empleado. Cuando le preguntamos por qué confiaban en un empleado que para cubrir su cuota dominguera posiblemente arrastraba los autos hasta el lugar que le convenía, ya no quiso responder.
De la información recabada puede colegirse que el ayuntamiento de Acapulco ha depurado sus técnicas para extorsionar sólo a los ciudadanos, porque hasta ahora ningún medio de comunicación ha informado que esos patrulleros hayan hecho uso de sus cámaras personales para documentar la presencia de miembros de los grupos delictivos que aún tienen en jaque a la ciudad, muy al contrario, cuando saben de algún percance así, huyen de la escena y dejan al ciudadano indefenso, de otra forma Acapulco no estaría aún señalada en medios extranjeros como una de las tres ciudades más peligrosas del planeta.
Lo inverosímil de que el ayuntamiento esté cubriendo con grúas propias su cuota de autos confiscados es porque esa concesión pertenecía a las compañías locales de grúas que también realizaban prácticas de extorsión ciudadana al por mayor. Ese domingo, el corralón estaba lleno de autos recién levantados (eran las 3 de la tarde) y seguían llegando más. Se ve que el ayuntamiento necesita recaudar mucho dinero; lo que no sabemos es para qué, si inclusive inútiles los camellones que hace un año se remozaron en Cuauhtémoc en vísperas de las elecciones ya se están deshaciendo.
No podemos dejar de señalar que el ayuntamiento de Acapulco hace viene siendo lo mismo que hace el crimen organizado: generar desconfianza y recelo por nuestra ciudad.
Para no tener que lidiar con la pesadísima burocracia local el lunes en la mañana, pagamos el arrastre y sacamos nuestro carro. A cambio de los 297 pesos que nos costó la extorsión obtuvimos la información siguiente: los domingos los empleados de Tránsito trabajan sin uniforme, sin distintivo y sin gafete (¿quién garantiza que son empleados municipales?). El ayuntamiento vulnera nuestras garantías al confiar en el criterio de una persona para detener nuestros autos. Y como no hay cámaras de vigilancia en la Costera, cualquier pillo puede hacer lo que se antoje y nunca quedará testimonio. Así ¿cómo vamos a recuperar la tranquilidad y el turismo extranjero en Acapulco?
Dos. Alejandra Frausto nuevamente metió la pata; ahora con el certamen literario Acapulco en su tinta que terminó premiando a un defeño. Mala calca del José Agustín, ese certamen no premia a los escritores locales como su nombre lo alude y no lo hace porque la tremenda ignorancia de Alejandra Frausto le volvió a ganar la batalla: permitió como parte del jurado a otro miembro de las huestes de Jeremías y Citlali: José Dimayuga.
Se dice que este personaje es gente de teatro y que porque tiene una novela publicada ya es narrador. Lo que es cierto es que hace años formó en Acapulco un grupo que se autodenominaba “Gay Power” porque estaba principalmente formado por cultureros de preferencias sexuales distintas. Su mayor logro fue que la sociedad acapulqueña no se escandalizara con sus historias de amor cuyos ecos resonaban hasta en las redacciones de algunos periódicos y en ciertos niveles administrativos y políticos locales. Sus fiestas eran legendarias, a grado tal que más tarde Citlali Guerrero se declararía porque “nos siguieran invadiendo escritores extranjeros” y continuara campeando “el espíritu dionisiaco” en esa ínsula barataria en la que tanta fama alcanzó. En un afán de reafirmar su orgullo gay publicaban portadas escandalosas en las revistas bajo su férula y textos de la laya del Elogio de la verga que José Dimayuga firmó siendo director de Cultura Municipal.
Porque, en los dos golpes que Jeremías y Citlali asestaron contra la gestión de cultura municipal de Aída Espino, Dimayuga se prestó a cubrir el puesto y a respaldar el desvío de los recursos de cultura de los trienios de López Rosas y Félix Salgado, a quienes la honestidad de Aída les resultaba cáustica. Con López Rosas, José Dimayuga justificó la desaparición de dos y medio millones de pesos en cuatro meses; y en el trienio de Félix Salgado la de veinte millones con los cuales se pagaban a sí mismos Jeremías, Citlali y Dimayuga jugosos sueldos y otros servicios; esa jauja llegó a beneficiar a su voraz grey y a los afiliados al “Gay Power” con quienes adquirieron fuerza y presencia en Guerrero.
Hasta que desde este espacio se empezaron a denunciar sus trapisondas.
Ya habíamos anticipado que Citlali iba a hacer que la balanza de este certamen se inclinara a favor de uno de los suyos. También anticipamos que no confiábamos en la administración de los recursos de cultura bajo la dirección de Alejandra Frausto hoy rodeada de estos personajes de negrísimo historial. En aquella ocasión, pregunté al gobernador si esa era la idea que de cultura tenía para Guerrero. No ha respondido, y creo que no lo ha hecho porque se ve que la política cultural de Guerrero parece dictada desde el Distrito Federal por Marcelo Ebrard por la profusión de conciertos de rock, trovadores cubanos y grafiteo y disipación a granel. Sólo falta que, fiel a su verdadero patrón, Alejandra Frausto también ponga playas artificiales en Acapulco.
Ganas no le han de faltar a sus colaboradores si con eso consiguen manejar una cantidad mayor de dinero.
Periódico Pueblo Guerrero, 17 de noviembre de 2011
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