El antropólogo Héctor Díaz-Polanco se encargó de conformar el tema
cultural en el proyecto de nación del candidato
presidencial
Andrés Manuel López Obrador, el “más complejo y abarcador que ha
elaborado en México la izquierda en las últimas décadas”, emanado del concepto
“República amorosa”, y por tanto centrado “en la persona, no en los bienes
mercantiles”. Por ello, subraya, propicia la determinación de López Obrador de
que, “de ahora en adelante, cero despojos a los pueblos
indígenas”.
JUDITH AMADOR TELLO
Miembro
del equipo de ideólogos que participó en la elaboración del proyecto de nación
abanderado por el candidato de las izquierdas a la Presidencia de la República,
Andrés Manuel López Obrador, el antropólogo Héctor Díaz-Polanco afirma
categórico que lo fundamental de esta propuesta es colocar en el centro el tema
de la cultura.
“Es el hilo dorado que atraviesa y determina todo el
proyecto.”
Si durante su gestión como jefe de gobierno de la Ciudad de México
el político tabasqueño fue criticado por no demostrar interés por la cultura,
hoy –asegura Díaz-Polanco– ha habido una evolución no sólo en él sino en todo el
proyecto, sostenido ahora por cuatro columnas vertebrales: Económica, política,
social y cultural.
En torno a este cambio, el investigador del Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) relata que
cuando se conformó un equipo de cerca de 40 académicos e intelectuales de
diversas especialidades para elaborar el proyecto (entre ellos Armando Bartra,
Jaime Cárdenas, Arnaldo Córdova, Bertha Luján, Lorenzo Meyer, Jorge Eduardo
Navarrete, Elena Poniatowska y Carlos Tello Macías), se trabajó en reuniones
semanales a las cuales asistía en principio López Obrador. Luego, ya bajo la
coordinación de uno de ellos, se desarrollaron los temas en
equipos:
Rogelio
Ramírez de la O. en economía, Víctor Flores Olea en política, Raquel Sosa en
desarrollo social, etcétera. Díaz-Polanco encabezó el tema de la cultura. El
resultado total fue un manuscrito de alrededor de 400 páginas, publicado en 2011
por Grijalbo, con el título Nuevo
Proyecto de Nación.Por el renacimiento de México,
coordinado por Jesús Ramírez Cuevas, con presentación del propio
candidato.
Cada uno de los temas integra un capítulo. Diez en total, entre
ellos “Democratizar el acceso a los medios de comunicación”, “Por una ética
republicana y el combate a la corrupción”, “Crear una nueva economía”, “Campo y
soberanía alimentaria”.
Curiosamente el dedicado a la cultura, “Promover la revolución de
las conciencias y un pensamiento crítico”, cerraba el volumen. Ahí, “de acuerdo
con la visión de López Obrador”, se resume lo relativo a la diversidad cultural,
los pueblos indígenas, la nueva visión de sociedad, los comportamientos
sociales, la problemática ética “de donde deriva la noción de la República
amorosa, todo esto constituye la visión cultural”. Pero al presentarle los temas
al candidato su respuesta fue:
“Éste no es el tema 10, es el uno.
“Quiere decir –continúa Díaz-Polanco,
entrevistado por Proceso
en
su casa del centro de Tlalpan– que en el curso del debate sobre la concepción
del país que se quiere construir, se concluyó que la cultura es el punto de
partida para dar coherencia y sentido a todos los demás temas, algunos muy
interesantes pero áridos, con cuestiones muy técnicas, como el
energético.”
A
decir del también sociólogo por El Colegio de México, autor entre otros libros
de El
laberinto de la identidad y
Elogio
de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia,
se trata del proyecto “más complejo y abarcador que ha elaborado en México la
izquierda en las últimas décadas, hecho por gente de un nivel
extraordinario...
Reunió a lo mejor del pensamiento y la investigación mexicanos.
“Constituye un fenómeno sociocultural muy importante que no es frecuente en la
historia de las sociedades: Es el desplazamiento de la gente del pensamiento de
la cultura, incluyendo humanidades y arte, de posiciones de derecha o centro,
hacia la izquierda. Y es un triunfo del movimiento que encabeza López
Obrador.”
Hacía mucho tiempo, destaca, que en la historia de México no se
daba. Está el antecedente de Benito Juárez, quien atrajo en torno a su proyecto
a importantes personajes del pensamiento y la cultura del siglo XIX. Ahora, “es
un fenómeno nuevo en México, reconocido incluso por el propio Enrique Krauze en
una entrevista que le hizo una revista hace unos meses, por eso se logró reunir
ese número de personalidades”.
En
el documento que sintetiza los lineamientos del proyecto cultural (publicados en
www.morenacultura.mx)
se establece que la cultura abarca formas de convivencia, valores, visiones del
mundo, modos de pensar y vivir, expresiones de arte, lenguas, costumbres,
saberes, tradiciones.
No es un campo aparte de los demás, explica el antropólogo, sino
vinculado con todo. No se puede, por ejemplo, pensar en resolver el problema
energético o de soberanía alimentaria sin protección al medio ambiente, pero
también a las formas de organización social en donde se producen procesos
culturales, usos y costumbres.
Por ello, enfatiza, la discusión sobre una política cultural va más
allá del tema “muy polémico” de crear o no una Secretaría de Cultura. Primero se
deben definir posiciones que orienten los proyectos concretos de lo que se hará,
por ejemplo, en difusión cultural. Son ocho los lineamientos: Universalidad;
Libertad; Diversidad; Cultura y valores; Cultura y patrimonio; Cultura,
educación y desarrollo social; Cultura y seguridad, y Cultura y economía,
desarrollados en el documento.
Ahí se exponen con brevedad ideas como que la cultura no debe estar
centrada en las llamadas bellas artes; que el Estado debe fomentar la cultura,
pero no una “cultura oficial”; que la diversidad, las culturas indígenas,
urbanas, populares son una riqueza, no un problema.
Diagnóstico grave
Lo concreto acerca de cómo se vinculará la cultura con la
educación; con la economía, pues no hay que olvidar que también tiene un punto
de vista económico que “no está mal si se adapta a los principios del proyecto”;
el de la propia secretaría; lo que se hará con los organismos culturales, que
“como dice el documento... son patrimonio nacional”, como los institutos
nacionales de Antropología e Historia (INAH) y de Bellas Artes (INBA), todo ello
se tendrá que definir tras un diagnóstico pero a partir de los principios
orientadores.
Para Díaz-Polanco la cultura es además generadora de valores
fundamentales. Deplora en este sentido que los valores históricos, convertidos
en una visión popular, que incluso atravesaban a la mayoría de las capas
sociales del país, “fueran trastocados en las últimas décadas” con la irrupción
del modelo neoliberal que “convierte todo en
mercancía”.
Incluso menciona que un principio aprobado por la UNESCO y votado
por México, “pero no adoptado en la práctica del gobierno, por la visión
neoliberal”, es la excepcionalidad de la cultura, pues si bien –guardando
proporciones– todo puede ser convertido en mercancía, la cultura no, pues tiene
características particulares y es tan importante lo que está en juego en la
visión cultural, que no puede estar determinado por el
mercado.
Agrega entonces que ningún tratado de libre comercio puede mermar
la soberanía del Estado mexicano para decidir cómo tratar los problemas de la
cultura; esto da la posibilidad de que el gobierno defina sus propias políticas
de protección al patrimonio cultural, en el campo de las llamadas industrias
culturales, de promoción de la cultura, etcétera.
El Tratado de Libre Comercio con Norteamérica, anticipa, será
revisado en distintos aspectos. No para plantear “borrón y cuenta nueva” o negar
su existencia, pues no es “la política del exabrupto”, sino para revisar lo que
debe ser mejorado, como este aspecto de proteger los procesos
culturales.
Otro aspecto destacado por el investigador es el respeto a la
diversidad cultural, cuyas expresiones más notables son las culturas indígenas y
populares, que deben ser consideradas una riqueza y no un problema. La política
indigenista, dice, hablaba del “problema indígena” cuando el problema es la
nación, es la que debe transformarse, cambiar a fondo a fin de que esta
diversidad cultural armonice con el proyecto de nueva sociedad a la cual esa
“riqueza extraordinaria” debe sumarse.
El proyecto dice textualmente que se tomarán como un punto de
partida los Acuerdos de San Andrés, fundamentales para definir la política
respecto a los pueblos indígenas. En ellas habrá elementos relacionados con el
territorio y el patrimonio de sus comunidades. La determinación de López
Obrador, subraya, es “de ahora en adelante, cero despojos a los pueblos
indígenas”.
Ello implica respeto a su patrimonio, sus tierras, usos y
costumbres, sus sistemas socioculturales, su organización social, su derecho a
autogobernarse en el marco del Estado-nación.
No se trata de establecer un Estado paternalista, populista,
irresponsable y despilfarrador, sino uno “estrictamente responsable” que asuma
que los ciudadanos necesitan salud, alimentación mínima, acceso a la educación,
tener el derecho a desarrollar sus relaciones sociales y sus sistemas
culturales”.
Una de las primeras tareas que se plantean de llegar a la
Presidencia es un diagnóstico completo sobre el funcionamiento del Conaculta.
Los trabajadores del INAH e INBA, dice, han “avanzado muchísimo” y “hay indicios
de que es un desastre”. Y no sólo los sindicatos de estas instancias, sino
creadores, gente de cine, de artes plásticas, danza y otras disciplinas hacen
una crítica muy seria al desempeño del Conaculta:
“En el sentido de que no sólo no cumple con su función
coordinadora, sino fomenta el desorden en el campo de la cultura, que hay mucho
derroche, incompetencia y una concepción equivocada y parcial de lo que es una
política cultural de Estado... Debemos asumir que el país se nos ha ido
deteriorando en todos los terrenos y las políticas culturales no son la
excepción.”
Las instituciones no deben estar al servicio sólo de las
expresiones elitistas y combatir los sistemas culturales populares, todo
constituye un patrimonio cultural extraordinario que debe ser
protegido.
–¿Esa responsabilidad del Estado por sus ciudadanos es lo que
resume López Obrador como “República del Amor”, que ha dado pie a burlas y
chacotas?
–La forma de trivializar este tipo de temas es con esto que usted
señala como chacota, burla, vulgarización de las cosas. Es fruto, en algunos
casos probablemente, de ganas de quitarle mérito y ocultar lo que puede tener de
interesante o de profundo. En otro caso puede ser
ignorancia.
Detrás de la “República amorosa” hay argumentos basados en textos
de autores como Adolfo Sánchez Vázquez, así como
en la tradición filosófica de occidente, que incluye a México y
América Latina, y en autores contemporáneos como el
francés
Alain Badiou y el eslovenio Slavoj
Zizek.
“Los más interesantes filósofos contemporáneos están hablado sobre
el papel del amor y la felicidad en la política, en la sociedad, en la economía,
en la cultura.”
Más allá de los fundamentos teóricos, la esencia del proyecto es
recuperar los valores de solidaridad y fraternidad, el interés por el otro, su
construcción social, y centrarse en la persona, no en los bienes mercantiles.
Revista Proceso,
1860
/ 24 DE JUNIO DE 2012
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