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Y allí en la cama de su modesto hogar, fue descubierto por su hija,
María de los Ángeles Benítez Vázquez, una de los seis descendientes del
artista. Ya al mediodía, y en medio de sus cuatro velas, y unas flores, siete
mujeres rezaban por su descanso eterno.
Hombre sin edad
No había que adornar nada, don Cástulo falleció en esa pobreza que
enmarca al artista en serio, sin lujos, y casi en la soledad. Las siete
mujeres que rezaban, se sintieron acompañadas por los representantes de la
prensa que dieron un cariz aparte al evento.
Los familiares se paseaban de un lado a otro preparando la velada,
pues don Cástulo iba a ser enterrado a las 4 de la tarde de este martes,
luego de la misa de cuerpo presente en la capilla Cristo Rey, de esa colonia,
La Morelos, muy cerca de la calle Hugo Arce Norato, precisamente.
Muy pocas lágrimas, quizá porque la resignación había llegado desde antes.
A un lado y sobre el piso de cemento muy cerca de la puerta de entrada, una
cruz de flores adornaba el cuadro.
Don Cástulo gustaba de subirse la edad, expuso la hija, María de los
Ángeles, pues decía tener 88 años de edad, mientras que su hermana Emilia
Benítez, aseguró que en realidad contaba con 84, aunque el pintor Mario Ruiz
Santamaría, como para no quedar mal con nadie, aseguró tenía más bien 87.
Era un hombre más bien sin edad, pues el tiempo parecía haberse
detenido, pues a momentos parecía no tener sentido que se contara o ya no, y
es que ¿cómo para qué?, tal vez por el permiso de ser y estar, por contribuir
con Dios a planear cosas. Sólo cosas. Tal vez ese haya sido el motivo real
por el que tiempo parecía ya no existir.
“Don Cástulo era la guitarra y la tambora de Max y Crispín”, dijo Ruiz
Santamaría como para colorear la información. Pero ya no era posible, estaba
allí, en un ataúd color caoba, de madera barnizada, mezquina, pues poseía el
cuerpo del maestro.
No hay cuento que narrar, la historia se ha cerrado. A don Cástulo se
le adelantaron los violinistas: Juan Reynoso, el Paganini de Tierra
Caliente; Ángel Tavira Maldonado, el triunfador de Cannes; y hasta don
Zacarías Salmerón Daza, y según el mito: el consentido de tata Lázaro
Cárdenas. Ahora los ha alcanzado.
¿Estaba como solo?, quizá, don Cástulo aún pudo asistir al aniversario
del Paganini de Tierra Caliente, Juan Reynoso, su amigo, el pasado 24
de junio de este 2012, el mero día de San Juan. Sí claro, San Juan. Día de
feria inclusive.
Lugar de las visitas
Cabe la posibilidad de que la comunidad artística de Tierra Caliente
le haga un homenaje, esbozó el mismo pintor, también coordinador de las
Caravanas Culturales, supuestamente actividad ciudadana para reconstruir el
tejido social, Mario Ruiz.
Recordarle. En un acto para no olvidar al guitarrero, con la fuerza de
su música. Esa soledad del artista, por la tarde del lunes, empezó a
desaparecer, a irse, en esos fantasmas de la nostalgia que abruman y que
liquidan todo acto de sensatez.
¿Dónde quedaron los sueños?, esos mismos que sus hijas dijeron tenía
aún, pues don Cástulo seguía construyendo aún, inclusive sin saberlo. Allí,
desde donde fuera, y ahora tal vez desde su caja de muerto. Cuerpo inanimado
que ya no podrá sacarle música a nada.
Afuera de la casa donde las rezanderas entonaban sus oraciones, la
vida seguía, entre los dolores que agobian. Una lona azul se balanceaba con
el paso del viento, suave a ratos, tibio. Las sillas azules también, fueron
colocadas con calzas o sin ellas, por el accidentado terreno.
Tierra sin cemento, hasta con abscesos, o lo que fuera. “Al rato
vendrán muchos”, había prometido Mario Ruiz ante los reporteros que
recogieron la nota, una más de muertos, aunque no de nota roja.
Don Cástulo y Los Gringos Calentanos
A don Cástulo alguna vez le gustó el mezcal, como recordó en su
crónica el gringo Paul Anastasio, en su artículo “La Compra de un tesoro”,
donde narró las peripecias y correrías con don Cástulo, hombre que nunca dejó
de amar a su Tierra Caliente.
El par, narra el texto del Anastasio, habla de cómo junto con don
Cástulo, buscaron las 130 melodías de Silvano Benítez, cual si se tratara del
mapa de un tesorero, o más bien, el tesoro mismo. Silvano, maestro también de
Juan Reynoso, como refiere el escrito.
Era en verdad un tesoro en el que contribuyó en su búsqueda don
Cástulo, que tuvo un costo que de entrada el mismo gringo se descubrió
sorprendido como hecho simple… ahora ya todo eso es historia, como el día
mismo que pasa, como el hecho de haber fallecido, pues fue ayer.
El cuerpo del maestro guitarrero
esta allí, en espera de su Dios, el hacedor de ese todo universal. Ya no
paseará por las calles de su querida Ciudad Altamirano, ni irá jamás a Riva
Palacio. Don Cástulo se ha estacionado allí, en donde la historia reclama a
los grandes. Esa historia que se corta a pedazos, porque no todos entran
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Despertar del Sur, 25 de septiembre de 2012
Esa foto de Cástulo y don Juan la hice en el 2003. ¡Qué maravilloso momento!
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