viernes, 21 de mayo de 2010

Tres versiones de cómo nos llega la cueca

Cultura Popular de la Costa Chica

Por: Higinio Peláez Ramos


Tres versiones de cómo nos llega la cueca

Hay dos versiones recogidas por el licenciado Raúl Luna Mayani y el historiador Moisés Ochoa Campos (guerrerenses los dos), el primero en su obra “Biografía moderna del estado de Guerrero”, y el segundo en “La chilena guerrerense”. Ambos se apoyan en lo dicho por el escritor chileno Carlos López Urrutia, quien relata que el 25 de enero de 1822, arriba al puerto de Acapulco, Guerrero, la Escuadra Chilena integrada por: chilenos, ingleses, norteamericanos, peruanos, guayaquileños y de algunas islas del Pacífico; que en su estancia en el Puerto, y al recorrer las cantinas cantando la música de su tierra, la cueca es la que más llama la atención de los lugareños, mismos que al tratar de componer canciones en este ritmo, les resulta lo que hoy conocemos como Chilena; chilena, por el gentilicio de quienes trajeron la cueca.

La voz de la calle, coincidiendo con las fechas citadas por los historiadores (1821-1822), dice que cierta vez, un barco mercante (no se dice la nacionalidad de la nave) que partía del puerto de Acapulco, iba tan cargad, que el capitán, temiendo un naufragio; decidió, dejar parte de la tripulación en lugar de dejar mercancía; y ya habiendo escogido a los que se quedarían, les engañó diciéndoles que como el agua potable del barco se había contaminado, que donde vieran la posibilidad de abastecerse, bajarían por el líquido. Y este lugar fue precisamente, un pequeño puerto de pescadores conocido como Punta Maldonado, que se localiza muy cerca de Cuajinicuilapa; aquí, el capitán ordena a una veintena de marineros que bajen por el agua; y cuando estos llegan a tierra, el barco se aleja dejándolos abandonados.

Los marineros aquí dejados resultaron ser, en su mayoría, chilenos, mismos que tuvieron que convivir con los costachiquenses y, con el tiempo, compartir con los nuestros su cultura, donde sobresale la música.

Una versión más es la del barco “Puertas de Oro” (del que aún existen vestigios en Punta Maldonado); que se supone iba rumbo al puerto de Acapulco; y, por venir de fiesta la tripulación, incluyendo al timonel, encalló en el citado puerto, con los resultados de las otras versiones, de compartir sus cantares con los costachiquenses.

Sea pues como haya sido, lo cierto es que la base de nuestra chilena, vino de Chile… bueno, desde mi óptica, vino la cueca; ya que nuestra chilena, por el ritmo y temperamento que le imprimieron quienes aquí le dieron forma, ya no se parece con la original cueca; es decir, la chilena nace aquí.

Con respeto a la forma de enseñar a ejecutar o bailar los ritmos típicos de nuestras distintas regiones; si la intención es recuperar y cnservar nuestras tradiciones, lo mejor sería hacer trabajo de campo y, de ser posible, no conformarse con una sola opinión recogida; pues hay mucha gente fantasiosa, que en vez de informar, desinforma. Ahora, que si éste baile se va a presentar como espectáculo, sería muy importante aclarar, que tiene coreografía; que no es como se baila en los fandangos.

Irreverencia

Y para terminar, quiero señalar que en mi Costa Chica actual; con el fin de hacer más “lucidos” nuestros bailes, se le han venido insertando una serie de parches, que lejos de embellecerlos los degeneran. Por ejemplo: el traje que la mujer costeña lucía en los fandangos, consistía en una enagua (falda), de tela floreada de vistosos colores, con dos o más holanes, recogida en la cintura, pero no circular; y mucho menos doble circular (como hoy se usa), con una camisa (blusa) de chaquira o de hilo bordada en lomillo*.

El hombre se vestía con lo mejor que tenía, pero sin que la ropa fuera especial; ya que sólo se iba a divertir, no a representar una obra de teatro.

Ahora, sólo se conserva la camisa de chaquira; y la enagua, por idea no sé de quién, es tipo jalisciense, con holanes y doble ancho. ¡Que irreverente forma de pisotear las tradiciones!

En los fandangos de ahora, cuando los músicos tocan una chilena, le hacen un corte para que una pareja (mujer y hombre), se digan versos a manera de bombas yucatecas. Y como así se presentan nuestros bailadores y cantantes en la Guelaguetza (antes lunes del cerro), que año con año se celebra en la ciudad de Oaxaca, ya hicieron creer a los espectadores, que ésta es así.

Lo que recuerdo que a veces sucedía en algún fandango de antaño, es que alguna mujer, dolida del mal comportamiento de su hombre, o de otra mujer, y transformada por el efecto de algunas copitas ingeridas, al derredor de dicho fandango se ponía a retar con frases rimadas a su consorte, o a la amante de éste; que en el mejor de los casos, encontraba respuesta también versificada; pero para esto, no se le pedía a los músicos que dejasen de tocar, como hoy lo hacen; los picones (reto en versos), se decían independientemente de la música.

Vida y Sociedad, en El Faro de la Costa Chica, 14 de mayo de 2010

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