martes, 15 de marzo de 2011
Un terrible lagarto pobló alguna vez el río Balsas
Escrito por Delfino Hernández García
TLAPEHUALA, GRO. Cuentan que hace muchos años el caimán habitó el río de las Balsas, y que así era común ver en las playas y vegas a varios de estos reptiles que dormían y descansaban, calentándose bajo el sol, inclemente a veces, de la Tierra Caliente.
Es un reptil carnívoro que llega a medir de 1.8 a 2. 5 metros de largo, siendo de menor tamaño las hembras que de igual forma se alimentan de peces, anfibios, aves y pequeños mamíferos.
El altamiranense Félix Manuel Villela Hernández, lo describe así en su libro Hurío. Nuestra Tierra. Croni-mínimas, publicado en 2007: “Reptil anfibio. Nombre científico: Alligator Mississipiensis. De regular tamaño. Su piel se aprecia por su calidad. Su principal enemigo. Ha ido desapareciendo de los ríos”.
En el caso de la Tierra Caliente, en nuestros días ya ha desaparecido por completo, como poco a poco parecer hacerlo también el Balsas, al menos en su forma natural para convertirse en un escurridero más de desechos diversos.
Es así que sólo es posible saber de este animal llamado también lagarto a través de los libros escritos por frailes, cronistas e investigadores.
La más reciente información que hay al respecto es la del antropólogo alemán Pedro R. Hendrichs Pérez en su libro Por tierras ignotas. Viaje y observaciones de la región del río de las Balsas, publicado por primera vez en 1946, donde refiere que cerca de la cuadrilla El Terrero los pobladores habían hallado uno “hace dos años”. Es decir, en 1939, si consideramos que su viaje para escribir su libro lo realizó en 1941.
En tanto, en el libro Noticias para formar la estadística del Obispado de Michoacán, escrito en 1860 por José Guadalupe Romero, se afirma: “lo que hace temible el río de las Balsas es el mucho número de caimanes que se presentan en sus playas en los días de calor fuerte: los indígenas los suelen coger atando a una cuerda robusta una varilla puntiaguda de fierro de veinte pulgadas de largo que envuelven en un pedazo de carne corrompida”.
Hendrichs cuenta por su parte en su citada obra Por tierras ignotas: “el lagarto ya no existe en el río Balsas, por lo menos hasta donde llegan los barcos, es decir, desde Zirándaro río arriba. Sin embargo, hace dos años que se encontró todavía uno en las cercanías de la cuadrilla El Terrero. La cuadrilla de ‘Come-Lagarto’ tiene su curioso nombre gracias a un enorme lagarto que, hace unos 50 años, vivía en las aguas frente a ese lugar. Se cuenta que esta fiera se llevó primero a una muchacha que se fue al río por agua en la misma noche de su boda. Poco después, un hombre se acercó al mismo lugar y fue cogido de una pierna, pero al caerse, logró agarrarse de una raíz y así sólo perdió la pantorrilla. Ya curado de su herida, el mismo hombre tomó venganza: escondió dentro de un pedazo grande de carne una estaca puntiaguda, amarrada a una reata nueva. El lagarto no tardó en tragarse la carnada y quedó atrapado. Por tres días estuvo luchando en el agua para librarse, pero al fin murió y la gente pudo sacarlo”.
La cuadrilla de “Come-Lagarto” de la que habla Hendrichs es actualmente parte de Valle Luz, en San Miguel Totolapan, como explica el cronista Bolívar Ochoa Díaz en su libro Totolapan. Historia de un pueblo olvidado, publicado en el 2007: “Las cuadrillas de Comelagarto y los Ilamos se fusionaron en una sola con el nombre de Valle Luz, por decreto Número 59 de 1932 que a la letra dice: ‘Artículo único. Las cuadrillas de Come Lagarto e Ilamos del Municipio de San Miguel Totolapan formarán un solo poblado que se denominará en lo sucesivo Valle Luz…”. De acuerdo con el Archivo Histórico del Estado de Guerrero, precisa.
A poca distancia de aquella cuadrilla de “Come-Lagarto”, río arriba pero en la margen izquierda del río Balsas, dice el mismo Hendrichs, se encontraba Tepoa, palabra que según sus informantes cuitlatecas significaba “hay caimán”, sólo que el acucioso alemán contradice esta versión y expone que en todo caso “la oración completa debía ser: téhpu ápu: lagarto hay”.
Hendrichs supone que es Tepoa el lugar al que se refiere Hernando Ruiz de Alarcón en su Tratado de las Supersticiones y Costumbres Gentilicias que oy viuen entre los Indios Naturales desta Nueva España, aparecido en el año de 1629, concretamente en su capítulo V: De la estación penitencial que hasían los que hauitauan en los ríos y begas: “Los que viuian en las vegas de los ríos hazían su estación en el agua, llamabanlos penitentes del agua o en el agua (…) Estos iban el río arriba con su calabazo por la orilla del río, hasta el remanso o remolino que le señalauan, donde el mejor y más dichoso sucesso, era mostrársele el cocodrillo o lagarto o cayman. En viendo el penitente al dicho cayman, saltaba sobre su cuello y él daba algunas vueltas en rededor por el remolino o remanso del agua, donde luego se zambullía quedando encima el penitente con su calabazo en el cual él luego se dexaba yr río abajo hasta llegar a su pueblo o choza”.
Ruiz de Alarcón agrega allí: “algo duro parece creer lo del caymán, pero como todo era obra del demonio, a quien esto es fácil, puede creerse que esto y mucho más haría por ganar, o mejor decir, por perder vn alma de que tantas ansias padece”.
Con Bautista de Moya en el lomo
Fray Juan Bautista de Moya y Valenzuela (1504-1567) llegó a la Tierra Caliente entre 1552, 1553, 1554, para evangelizar a los hombres y mujeres de estas tierras, aunque también para exponerse al duro clima además del ayuno constante con la intención muy personal de purificarse.
De este fraile agustino fallecido en Morelia se afirma que alguna vez cruzó el río de las Balsas sobre el lomo de un caimán.
Así lo cuenta el fraile Matías de Escobar en su libro América Thebaida, Crónica de la Provincia Agustiniana de Michoacán, de 1729: “a orillas de este pueblo pasa el río de las Balsas llamado también de Coyuca, lleno de horrorosos lagartos o caimanes. Una noche de las más oscuras y lluviosas del verano estando en la cabecera de Pungarabato al venerable Fray Juan vinieron con gran riesgo los naturales de Coyuca para una confesión; dijéronle los naturales que las balsas en que navegaba se las había llevado la corriente y que sólo le avisaban no para que fuese por ser mortalmente imposible si no por notificarle del enfermo, oyó la noticia y salió a la confesión, advirtiendo los grandes riesgos o peligros que mediaban, pero no hubo razón que detuviese a este venerable ministro. Llegó a la orilla del gran río de las Balsas, le preparó Dios un cocodrilo que también llamaban caimán y llegó sobre de él al puerto deseado de Coyuca. De regreso a Pungarabato hubo que repetir el prodigio. Y en vista de estos y otros portentos comenzaron los naturales a reverenciar ya recibir la doctrina del venerable Fray Juan Bautista de Moya y Valenzuela”.
Y lo mismo afirma el profesor arcelense Orlando González Benítez en su libro Tierra del Sol, aparecido en el 2000, aunque sin dar crédito a la obra original ni a su autor a pesar de casi transcribir el texto: “una noche lluviosa de verano, un grupo de aborígenes se presentó a sus aposentos para informarle que uno de sus principales de Coyuca de Catalán estaba gravemente enfermo por lo que le mandaba pedir una confesión; le dijeron los naturales que las balsas en que navegaban habían sido arrastradas por la corriente del río, advirtiéndole también que las orillas estaban infestadas por peligrosos caimanes o lagartos y que sólo le avisaban no para que fuese por ser mortalmente imposible, sino para notificarle del enfermo. El fraile oyó la noticia y salió a la confesión, a pesar de los riesgos y peligros que mediaban, éstos no fueron razón para que se detuviese al venerable ministro de Dios.
“Al llegar a la orilla de majestuoso río Balsas hizo una plegaria al Altísimo y pidió que le ayudara a cruzar las aguas y así cumplir con el mandato divino. Cuentan que en ese momento se presentó un gran caimán y subiéndose sobre sus lomos trasladó al apóstol a la orilla de Coyuca. Después de oír en confesión al moribundo de regreso a Pungarabato, hubo que repetirse el prodigio. En vista de estos acontecimientos, los naturales aceptaron recibir el bautizo y se convirtieron a la fe cristiana”.
Este mismo hecho, también tomando como referencia al América Thebaida de Matías de Escobar, lo expone el autor de la novela Eréndira fallecido en 1902, Eduardo Ruiz Álvarez, en su Paisajes, tradiciones y leyendas de Michoacán, sólo que lo ubica entre Huetamo y Zirándaro.
Sin embargo, nada de esto comenta ni don Félix Manuel Villela Hernández ni los autores de Monografía del Municipio de Pungarabato, publicado en 2002, José Espinoza Quiróz y Víctor Manuel Arias Castillo, aunque sí dan cuenta de la existencia del caimán en las aguas que cruzan por este municipio, según una danza, la del Pescado, que ya se ha perdido: “se bailaba en el pueblo probablemente por el año de 1910 (…) era realizada con sartas de pescado de lata que eran confeccionados por los que hacían los aparatos para alumbrar, uno de los personajes se ponía la cabeza de un caimán en la cintura, misma que durante las evoluciones, abría y cerraba las fauces”.
Villela Hernández sólo dice de Bautista de Moya: “levantó iglesias y doctrinas, hospitales y escuelas. Aunado a estas tareas, surgían los hechos asombrosos que fortalecían su prestigio asombroso, que todavía perdura en las tradiciones y en las leyendas de estos rumbos”.
Sonetos, cumbias, gustos…
El ya desaparecido lagarto de la Tierra Caliente ha servido además como fuente de inspiración para músicos y poetas. Como ejemplo de estos últimos se encuentra el abogado pungarabatense Manuel M. Reynoso, ya fallecido, con su soneto El caimán: “En el viaje de plata, de cristal y armonía/ del gran Balsas que lleva vistiendo su firmamento/ el caimán es un cardo muy largo en movimiento/ como dragón de sueño del agua bajo el día./ El paisaje del trópico inhiesto se diría/ que es la gloria del sol rubro envuelto en azul viento/ el río es avenida del cielo claro y lento/ y el caimán un crucero de gris piratería./ A las márgenes llega con las fauces abiertas/ bostezando en los climas de las playas desiertas/ el marfil enfilado de sus límpidos dientes…/ Y si vuelve a las aguas de verde transparencia/ y voltease como hace en veces, su presencia/ parece como marimba que tocan las corrientes.
Más atrás, el violinista de Tlapehuala, Isaías Salmerón, escribió un gusto con el mismo título, que es conocido por la interpretación del conjunto regional Los Salmerón, con don Fili en el violín.
“Decías que no había caimán/ en el barrio de El Calvario/ ayer que me fui a bañar/ con mi querida Rosario/ ay, por Dios, cuánto animal/ estudiando el silabario./ Decías que no había caimán/ en el barrio de la presa/ ayer que me fui a bañar/ con mi querida Teresa/ ay, por Dios, cuánto animal/ clavándose de cabeza”, es sólo parte de la letra de ese gusto.
Por parte de El Tigre Sabanero, Aniceto Molina, está la canción El tío caimán: “Ay, tu cola, caimán/ tu cola ‘e plata, caimán/ la que me mata, caimán./ Tu cola de oro, caimán,/ la que yo adoro, caimán./ Dame un colazo, caimán/ y yo me agacho…”, y está otra con el mismo título difundida ampliamente por un grupo chileno: “Tío caimán, menea la colita/ tío caimán, como una señorita/ tío caimán, menea la colota/ tío caimán, como una señorota…”, pero la canción que sin duda se lleva las palmas es la mundialmente conocida Se va el caimán, escrita en 1941 por el barranquillero José María Peñaranda, fallecido en febrero de 2006, y que trajo a México el llamado Rey del Trópico, Mike Laure.
Sin embargo, el jaliciense fallecido en el 2000 hizo cambios a la letra original: “voy a empezar mi relato/ con alegría y con afán/ en la población de Plato/ se volvió un hombre caimán/ Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla…”.
Esta cumbia tiene sus orígenes en una leyenda de la costa colombiana, de la que se comenta enseguida.
Caimán con cabeza de hombre
El hombre caimán es una leyenda originada en la población de Plato, Magdalena, en la costa colombiana, donde actualmente se realiza un festival en su honor, además de tener una plaza y un monumento.
La leyenda trata de un hombre, Saúl Montenegro, a quien le gustaba observar a las mujeres cuando iban a bañarse al río Magdalena, escondido entre los arbustos, y que fue tal su adicción que recurrió a un brujo para que lo convirtiera en caimán y poder disfrutar a placer de la desnudez de las hermosas jóvenes plateñas.
Se afirma que el brujo, este de la Alta Guajira, le preparó dos pócimas, una para que se convirtiera en caimán, y otra para volverlo a su estado humano. Esta última tenía que serle aplicada por un amigo suyo, pero sucedió que este en una ocasión ya no pudo acompañarlo, por lo que le pidió a otro que lo ayudara. Mas este, al verlo convertido en animal se asustó que tiró la pócima que lo volvería hombre.
El líquido derramado alcanzó a caerle sólo en la cabeza y de esta manera Saúl Montenegro quedó convertido para siempre en un caimán con cabeza de humano.
Se dice que su madre fue la única persona que se le acercaba ya convertido en monstruo, para darle de comer durante la noche, hasta que la pobre mujer murió sin que pudiera volverlo a la normalidad, pues el brujo aquel ya había fallecido.
Tras ello, el hombre caimán abandonó el río Magdalena y se dejó arrastrar hasta llegar al mar Caribe, por la costa de Barranquilla.
Esta leyenda costeña, como ya se dijo, inspiró al barranquillero Peñaranda, para componer, hace ya 70 años, su famosísima cumbia Se va el caimán, como ya se ha ido el caimán de la Tierra Caliente.
Aunque, por supuesto, no a las vegas de Barranquilla
Despertar del Sur, 15 de marzo de 2011
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