domingo, 1 de agosto de 2010

Adolfo Santiago González, Fito

Cultura Popular de la Costa Chica

Por: Higinio Peláez Ramos

Adolfo Santiago González, Fito

Adolfo Santiago González. San Miguel Tlacamama, Oax. (Costa Chica). Agosto 29 de 1933. Primero de tres hijos del matrimonio integrado por don Aristeo Santiago Aguilar (músico) y doña Alejandrina González Fabiel, ama de casa.

Don Aristeo, padre de nuestro artista, a pesar de no haber aprendido solfeo, fue muy reconocido como músico en la región, pues en su juventud aprendió de manera empírica a tocar el saxhor, trompeta, clarinete, soprano y saxofón; y ya estando en eso, con algún maestro amigo aprendió el secreto de las notas musicales.

En 1940, al formarse la banda de música del lugar, don Aristeo llevó a Adolfo para que integrara dicha banda; pero cuando el maestro hizo el reparto de los instrumentos, Adolfo no fue incluido, cosa que molestó al señor Aristeo y optó por sacar a su hijo del grupo para que mejor se dedicara de lleno a sus estudios de la escuela primaria.

Pero sintiendo el gusanito del arte, Adolfo, a pesar de ya no ser alumno de la banda, siguió rondando la casa donde se daban clases; así un día el maestro de música le ofreció un cornetín que estaba vacante pero sin decirle cómo se tocaba, con tal suerte que Adolfo tuvo que buscarle por su cuenta.

Adolfo pensaba que el maestro sentía celos de los atributos musicales de don Aristeo, y que por eso a él lo trataba con cierta indiferencia. A pesar de ello, Adolfo logró la simpatía y admiración de todos sus compañeros por su desenvoltura en la ejecución del cornetín. Y de todos modos pasó a formar parte de la naciente banda de su pueblo.

Cuenta Adolfo que aunque las tocadas a veces duran hasta tres días con sus noches, él no sentía el cansancio, pues estaba en lo que más le gustaba.

Adolfo quedó huérfano de madre a los 5 años de edad, por lo que al faltarle los cuidados de la infancia, fue víctima de una severa desnutrición, de tal modo que a pesar de tener ya 15 años de edad, aparentaba ser todavía un niño. Estos males se acentuaron y en 1949 tuvo que viajar a Acapulco, víctima de una grave descalcificación. El tratamiento sería largo, por lo cual Adolfo tuvo que buscar trabajo en esa ciudad. Con la ayuda de un familiar consiguió ocuparse en las playas de Caleta vendiendo refrescos y mariscos. Con ello, por algún tiempo pudo ayudar a su padre que radicaba en San Miguel Tlacamama.

Parientes y amigos, conociendo los atributos musicales del joven Adolfo, buscaron conectarlo con el entonces reconocido músico Francisco Ramírez, quien, al darse cuenta de las facultades musicales del pequeño, lo llevó con el director de la banda de la CROM, Alberto Vázquez. Por su corta edad y destreza en el manejo de las partituras, Adolfo fue incluido sin más en la prestigiada banda porteña.

El trabajo de Adolfo como vendedor de refrescos y mariscos en las playas de Caleta, le trajo gran simpatía entre los turistas, principalmente norteamericanos, que frecuentaban dicho lugar, entre los que se encontraban grandes figuras del cine hollywoodense a quienes por el momento nuestro menudo comerciante desconocía. Hasta que cierto día, cuando ellos lo invitaron a trabajar en el hotel Los Flamingos, que recientemente habían adquirido, Adolfo supo su verdadera identidad artística.

Adolfo aceptó trabajar en Los Flamingos como mozo de limpieza, dejando la banda de música y su negocio en Caleta. Así, cierta Navidad, sus amigos y dueños del hotel le regalaron una guitarra, instrumento que aprendió a tocar por sí solo, apoyado en un método escrito. De ese modo, Adolfo volvió a las andanzas musicales, y con jóvenes y compañeros de trabajo formó el trío Los Vagabundos, el cual fue invitado a amenizar el restaurante del hotel.

Por algún tiempo, nuestro artista participó en dúos y tríos de voces y guitarras, hasta que cierto día, ya siendo casado, Susano Ruiz y Benjamín Vega lo invitaron a formar parte en el naciente Trío Cantamar, que pronto logró resonados éxitos, ganando concursos y participando en programas radiofónicos en varias de las estaciones del puerto.

La popularidad que alcanzó el Trío Cantamar fue tal, que en corto tiempo se volvió indispensable en todo evento romántico. Así, hizo una larga temporada en el hotel Los Flamingos, dándose tiempo para las serenatas y programas de radio.

En 1968 el trío fue invitado a la Ciudad de México para hacer una prueba en una prestigiada marca de discos, con fines de llegar a la grabación profesional. Pero la inesperada separación de uno de los miembros, canceló ese proyecto, cosa que provocó tal desaliento en Adolfo, que optó por retirarse de la vida artística.

Posteriormente, Susano Ruiz y el maestro Dámaso Rodríguez invitaron a Adolfo a ensayar, sólo por el placer de hacerlo. Pero de ese modo nació el grupo Cheto Fito, con el que se logró una grabación de música romántica y típica de la región costachiquense, donde cada elemento hacía un verdadero derroche de su virtuosismo.

Desafortunadamente, por desavenencia entre sus integrantes, este nuevo intento fracasó, quedando trunca la tarea.

Mas, la experiencia acumulada y la herencia musical de su señor padre, así como los recuerdos del a infancia, convirtieron a Adolfo Santiago González en uno más de los grandes cultores y difusores de nuestra hermosa y chisporroteante chilena costachiquense, a la que le dedica buena parte de su tiempo, a pesar de la responsabilidad que hoy asume como gerente del hotel Los Flamingos, donde empezó como mozo de limpieza.

Hoy, un hombre de empresa, gran amigo y poseedor de una gran sensibilidad artística, es nuestro personaje.


Suplemento Vida y Sociedad, en ElFaro de la Costa Chica, 30 de julio de 2010

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