domingo, 9 de enero de 2011

Mi Azoyú



Por: Isaías López Abundis



Danza del toro de petate

Mi Azoyú

Mi familia y yo somos originarios de Azoyú, Guerrero. Por cuestiones de trabajo, mi padre nos trajo a vivir a Marquelia (que en esos tiempos pertenecía al mismo municipio), cuando yo apenas contaba con 11 años de edad; sin embargo, nunca he dejado de ir a mi pueblo natal, a quien le guardo un enorme cariño. Decir que allá se quedaron mis amigos de la infancia y los restos de mis antepasados, es lo mismo que decir que con mi pueblo me une un lazo de recuerdos y añoranzas; añoro aquellos ayeres vividos en un ambiente religioso, místico y rico en tradiciones y costumbres. Si bien es cierto que otros pueblos ó países nos consideran demasiado “fiesteros”, creo en lo personal, que es mejor vivir pobre y en fiesta, que morir rico, olvidado del pueblo, envuelto en la apatía, en el ateísmo y sin haber disfrutado del olor y del color del cempoaxúchilt, del olor del copal, del colorido de las danzas y la música que les acompaña, del sabor de los tamales en sus distintas presentaciones, el mole de “cuche”, el mole de “totole”, de las torrejas y buñuelos (antojitos propios de la época navideña), de los dulces y colaciones; ¡tantas cosas más que quien no ha disfrutado, no ha vivido!

Azoyú en lengua náhuatl significa “lugar donde el agua se convierte en lodo”. Este pueblo de la Costa Chica de Guerrero, cuenta con una historia que data de hace más de 500 años, ya que fue fundado en 1486, por una tribu tlapaneca emigrante del reino de Tlachinollan. En época de la Colonia llegó a ser cabecera tributaria de varios pueblos de la región. Como municipio fue erigido en 1792.

Los códices

Por varios siglos fueron guardados celosamente los códices Azoyú I y II, documentos que relatan hechos históricos que comprenden de 1300 a 1565. Fueron escritos por tlacuilos de la etnia, que fueron dados a conocer en los años 40 por Alfonso Caso, y no fue sino hasta 1991 que, ya estudiados y traducidos por la doctora Constanza Vega Sosa, fueron presentados al público.

A través de ellos se supo de la existencia del reino de Tlachinollan, una confederación que conjuntó a tlapanecos, mixtecos y nahuas bajo un gobierno dual. Se supo también de su emigración y la fundación de Azoyú.

Como todo pueblo prehispánico, Azoyú conserva tradiciones y costumbres ancestrales que con la conquista de los españoles, algunas fueron abolidas; entre algunas danzas indígenas que aún subsisten están la de “Los Apaches” “Los Chareos” “Los Tlaminques”, “El Macho Mula”. Otras fueron reformadas, enriquecidas o “mestizadas” que surgieron de la confrontación colonial. Tal es el caso de la danza de “La Conquista”, “Los doce pares de Francia” “La Tortuga” “El Toro de petate y los Vaqueros”, “Los Diablos”, entre otras.



El Terrón

La feria mayor o feria patronal se celebra el día 8 de mayo de cada año, en honor a San Miguel Arcángel; sin embargo, durante todo el año se celebran fiestas como Navidad, Semana Santa, o fiestas en honor a diferentes santos como San José, San Juan, San Marcos, la Virgen de Guadalupe, la Virgen de Juquila, la Virgen del Carmen; bueno, son infinidad de fiestas, tantas como los santos que existen en la religión católica, y es a través de “Mayordomías” que se han relevado durante años, décadas y siglos, que se mantienen vivas nuestras tradiciones.

El toro de petate

A continuación, una breve etnografía de la danza del “Toro de petate y los Vaqueros”: Se dice que esta danza nació en el último tercio de la colonia, que es mestiza; que es una remembranza de los ranchos que había por esta región entre 1700 y 1800. Alude a las partidas de toros que en esos tiempos se mandaban de Costa Chica hacia Centro América. Participan doce bailarines más “El Terrón”, quien se dice que representa al dueño del toro. Los vaqueros representan cada uno de ellos a los ranchos de la hacienda, el “mayordomo” y “el caporal” usan jorongo y mascada, los otros diez danzantes llevan lanzas, y todos visten ropa de diario, sombrero adornado con listón, plumas y un espejo; llevan machetes al cinto y paliacates rojos. Sus nombres: Monterillo, Grenillo, Cabrestillo, Guardatierra, Monteador, Cambillo, Legrillo, Negrillo, Vaquerillo y Becerrero. El “Terrón” viste traje azul oscuro, lleva una máscara grotesca, sombrero igual adornado con plumas y espejo, una reata al hombro, un hacha de palo, su aspecto es ridículo y cómico, monta un jumento buscando a su toro que él dice, se le perdió, lleva en su morral un documento con su “fierro” quemador, se acredita como dueño del toro, pide cooperación para la causa (“mayordomía”) del Santo o la Virgen que se celebre, baja de su jumento, persigue a niños y adolescentes, al que logra alcanzar le afila su hacha en la cabeza, es ingenioso para ridiculizar a personajes de la comunidad, tiene habilidades para bailar sones y chilenas. En el desarrollo de la danza, los vaqueros van pasando a bailar por pares y picando al toro con la lanza o bien toreándolo con el machete. Actualmente, se ha agregado a esta danza el Perro y el Tigre, quienes tratan de matar al toro, y a su vez, el Terrón trata de matar al tigre. Finalmente el Tigre mata al toro en la plaza principal del pueblo y el Terrón comienza a descuartizarlo y a repartir las piezas a la gente del pueblo al tiempo que grita: ¡La cabeza para doña Teresa! ¡la cola pa’ doña Bartola! ¡las patas pa’ doña Cata! ¡Los cachos para don Nacho! Y así sucesivamente hasta que termina de repartirlo.

“El Toro y los vaqueros” es una danza que tiene mucho de comicidad, colorido y alegría, es una de las preferidas de niños y adultos que concurren a la fiesta del pueblo.

¡Así es mi pueblo de Azoyú; un pueblo más viejo que la lucha por la Independencia y que la Revolución Mexicana!

Felicidades a todos ustedes amables lectores, por este año 2011 que apenas empieza, y que Dios les bendiga!


Publicado en el Suplemento Vida y Sociedad, en El Faro de la Costa Chica, 07 de enero de 2011

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