domingo, 13 de marzo de 2011

Rogelio Salgado Barrera, nieto del compositor Prócoro Salgado, autor de "Modesta Ayala"


IGUALA, Gro., domingo 13 de marzo de 2011
La entrevista del domingo

Rogelio Salgado Barrera
Nieto del compositor Prócoro Salgado, autor de “Modesta Ayala”

Por Edmundo Santana

Iguala, Gro., Marzo 13.- La canción de “Modesta Ayala” creada por el compositor Prócoro Salgado, vino a convertirse en casi un himno de los igualtecos, cual más al escucharla, la asocia de inmediato con nuestra ciudad tamarindera, y es que no sé por qué y hasta a mí me pasa, pero la canción que tiene aproximadamente 30 versos, solamente al principio se escucha: “Una tarde a Modesta encontré, por las calles lucidas de Iguala” y en otro verso en el que relata el autor cuando va “a Tetecala a buscarla:” “Rancherito para dónde vas, soy la misma que viste en Iguala”. Con eso es suficiente para que los igualtecos, incluyéndome, nos acordemos de Iguala. Pues bien, al amigo Rogelio Salgado le han entregado dos reconocimientos, uno en el Museo de la Bandera y el otro el del Ayuntamiento de Iguala en coordinación con el de Ixcateopan de Cuauhtémoc, Gro., por ser pariente (nieto) cercano de Prócoro, prolífero compositor que dejara al morir un sinfín de canciones de las cuales dos son las más conocidas: “Modesta Ayala” y “La Pajarera” que le escuché en una película musical, sin temor a equivocarme a Doña Libertad Lamarque: “Pajaritos, de mil colores niña, los traigo chifladores… etc, etc.”

Rogelio Salgado vive en la colonia Villa de Guadalupe hasta donde dirigí mis pasos para hacer la presente entrevista. Me recibió con su esposa e hija dándome la más cordial bienvenida. Maté dos pájaros de un tiro descubrir un poco de la historia de la conocida colonia y conocer otro poco de Prócoro Salgado y lógico, la vida de mi entrevistado.

-Don Rogelio buenas tardes, gracias de antemano por esta entrevista. Dígame por favor, ¿en dónde nació?

-Soy originario de un pueblo que se llama Tlaltéxco, a un lado de Ixcapuzalco, rumbo a Teloloapan. Me vine a Iguala con mis padres de crianza a la edad de once o doce años.

-¿Cómo se llamaron sus padres de crianza?

-Frumencia Batalla y Domingo Barrera. Al año de nacido murió mi mamá Clarita Barrera González y mi papá Domingo Salgado Marchán murió seis meses después. Los dos murieron de tifoidea, enfermedad que dio en aquella época (año 39). Yo nací en 1938, de tal manera que no conocí más padres que a los que me criaron; crecí con ellos dándome cariño y un hogar desde que tenía un año de vida. Cuando me casé ellos siguieron viviendo conmigo pues le pedí mucho a Dios que nunca me separara de ellos y Él me dio licencia de que así fuera, los curé cuando estaban enfermos y mi mamá murió a los 98 años y mi papá de 87.

-¿Qué estudios tuvo?

-Cuarto año de primaria pero no lo terminé pues mi padre allá en el pueblo era campesino y cuando llegamos a Iguala empezamos a vender leña y ya no fui a la escuela porque trabajaba con él. Ya tenía 20 años y yo andaba vendiendo leña por las calles de Iguala, a esta ciudad la conozco al derecho y al revés. Andábamos con un atajo de burritos porque vendíamos leña y carbón de Metlapa y de Ahuehuepan manteniéndonos de esta manera. Mi papá fue una persona muy cruel conmigo pero muy efectiva porque gracias a Dios y a ellos salí a delante. Allá en el pueblo, mi mamá de crianza me pegaba seis veces al día porque era yo muy tremendo, salía a brincar con los chamacos y eso no le gustaba a ella; me platicaba que decía la gente que me pagaba mucho porque no era su hijo legítimo, pero que eso a mi mamá no le importaba y lloraba también ella cuando me pegaba por lo que decía la gente, pero que la gente no le interesaba, “me interesas tú, mañana voy a morir y te vas a dar cuenta quién eres tú y quiénes van a ser los amigos que tienes, con los que te vas a la barranca”. Gracias a ellos todavía estoy vivo y he hecho algo en la vida.
Vendí leña hasta los veinte años de edad y tiempo después encontré un trabajito de “patrón”. Nosotros le cuidábamos la huerta al señor Guillermo Marbán durante cinco año, era muy grande, toda la gente lo conocía pues tenía la cerería “La Guadalupana”; yo ganaba cuarenta pesos y mi papá sesenta, entre los dos ya eran cien pesos, con eso apenas la íbamos pasando. Nunca nos podíamos quitar la droga que teníamos de trescientos pesos, los pagábamos y vuelta a pedir prestado; la enfermedad más cruel que he sufrido es la pobreza. Nos salimos de la huerta porque yo le debía cinco mil pesos que me prestó, pues mi padre tuvo un accidente en el trabajo y fue para curarlo. Me fui a los Estados Unidos en 1961 y alcancé a pagarle todo, bendito sea Dios. El primer contrato que me dieron fue por siete meses y medio trabajando en la fresa en el estado de California; así me fui unas cuatro o cinco veces más pero ya no fue de siete meses esos contratos si no de cuarenta y cinco días únicamente y al terminar nos sacaban. En 1962 pagué los cinco mil pesos. Estuve también en la pisca del tomate pero cuando se venían las heladas se echaba a perder por el hielo. El último año que trabajé allá fue en 1964 porque en el 65 se cerraron las contrataciones y ya no hubo trabajo. En cada contrato me ganaba tres, cuatro mil pesos de aquel entonces. En el 65 fue el último contrato que logré cuando se cerraron las contrataciones y como ya no iban a poder los patrones darme otro, me lo extendieron por veinte días más y al término de ellos nos sacaron y se acabó. Este último año estuve en el corte de la uva.

-Era indocumentado.

-No, el contrato nos amparaba, la migra no nos molestaba al enseñarles el papelito firmado y sellado, ahí se señalaba la fecha en que terminaba. Cierta vez llegaron los de la migra y nos hablaban en inglés, no les entendíamos nada, empezábamos a tartamudear y ellos a hacernos preguntas; después se empezaron a reír y nos hablaron en español, eran mexicanos los condenados.

-Al regresar a México, ¿a qué se dedicó?

-La última vez que trabajé en los E. U. me traje como dos mil ochocientos pesos. Un compadre me dijo que él se dedicaba al comercio de curiosidades y me invitaba a irme a vender con él, haciendo muñecos de piedra; yo sabía que eso era peligroso, penado y yo no quería ir a la cárcel… jamás. La gente compraba muchísimo eso y casi me exigía que fuera con él a vender los muñecos que hacía pasar por auténticos, casi me ponía la pistola en la cabeza para obligarme. Un día le dije: ándele pues compadre, compre la carga de muñecos como si fuera para usted. Fueron cuarenta muñecos por quinientos pesos; nos fuimos a Valle, San Luis Potosí y nos dirigimos directamente a Ciudad Victoria. Ahí caminamos casi seis horas, yo lo iba siguiendo y mi compadre vendiendo y con trabajos vendimos tres cada uno, nos quedaron trescientos pesos a cada quien. De ahí nos fuimos a Saltillo en donde ya tenía mi compadre a un cliente que le compró toda la carga. A los ocho días llegué a mi casa con dos mil trescientos pesos más mil pesos que gasté en el viaje. Si todos los muñequeros hubiesen guardado todo el dinero que ganaron vendiendo muñecos, fueran millonarios, pero no cuidaron. Trabajé en eso cuatro años y me ayudé bastante. Después un vecino y amigo mío que ya falleció, de nombre Luciano Vergara, me invitó a que vendiera joyería. Fuimos con su patrón, me presentó con él, respondió por mí y me dio mil quinientos pesos en mercancía más otro tanto en crédito. Don Eduardo me dio un mes para pagarle la letra que le había firmado. Me repitió varias veces que me daba un mes para pagarle le mercancía, me dio coraje y le regreso las alhajas que me había dado. Al ver esto, mi vecino me arrima nuevamente la mercancía y me dice: “llévatela, si dentro de un mes no la has vendido, yo me quedo con ella y le vienes a pagar para que no quedes mal”. Fue un detalle que jamás olvidaré durante toda mi vida. Me fui por Querétaro y todos esos estados que yo ya conocía pues los recorrí vendiendo los muñecos. A los quince días le pagué su dinero y me volvió a dar tras mil pesos más los que le pagué a los veinte días; él con sorpresa me dijo que me llevara, ya sin aval, lo que yo quisiera y que le pagara conforme fuera vendiéndola. Me llevé cinco mil pesos los que le pagué en un mes y gracias a Dios, a mi compadre Demetrio Bahena y a Luciano Vergara salí adelante.
-¿Qué mercancía era?

- Cadenas, aretes, anillos de oro, los iba vendiendo en negocios y casa por casa, en Querétaro, Guanajuato y parte de Guadalajara.

- Pero en ese tiempo sí era negocio, ¿de qué año estamos hablando?

-En 1969. Me daban a diez pesos el gramo y yo lo vendía a quince y después ya con clientela, lo daba a veinte pesos, después le subí a veinticinco el gramo y lo seguía comprando en diez. Nunca me imaginé comprarme un burro, mucho menos un coche, ni tener una propiedad, yo vendía leña señor, apenas salía para medio comer y gracias a Dios desde el 69 al 94 año en que dejé de trabajar la joyería me hice de mis cositas y empecé a comer con manteca.

-No pues fueron 25 años, bastante tiempo.

-Si bastante tiempo. A los cinco años de haber fallecido el señor Eduardo vino su esposa a pedirme un favor: “Tengo ochocientos mil pesos invertidos en joyería, quiero que se los traiga y que conforme vaya vendiendo me vaya pagando”. Le agradecí la confianza que me tuvo pero era un peligro muy grande para mí tener esa cantidad en alhajas, si algo pasaba o me pasaba, con qué le iba a responder. Todavía me dijo que no iba a saber nadie, más que Dios y nosotros. No acepté esa responsabilidad, pues no iba a tener tranquilidad en mi vida, las cosas ya se iban poniendo medio mal.

-¿En qué año fue?

-Como en el 75 ó 79. Dejé lo de la joyería y en el 95 puse un negocio de los raspados con chile y durante catorce años que lo trabajé me fue muy bien. Empezaron con la competencia los de las carretillas, se acabó la venta y clausuré. Este negocio lo tenía en un local que me rentó la Mr. Foto en la calle de Altamirano.
-Cuando se vinieron de su tierra a Iguala y que usted tenía catorce años de edad, ¿en dónde vivieron?

-Llegamos directamente a éste lugar, aquí en la colonia Villa de Guadalupe, fue en el 53; había seis casitas en todo el cerro, nosotros fuimos la siete. Todo esto estaba lleno de nopales, cola de ardilla, el tepechicle, la rodilla de vieja y había un árbol muy grande que le llamaban coayotomate y nosotros lo conocíamos como nanche de perro, todo lo demás eran matones; todo eso desapareció con las construcciones de los que fueron llegando. Era una ahulladera de coyotes, había conejos, hasta venados. A doscientos metros de esta casa hay un lugar en donde está una cueva en donde mi vecino fue a buscar algo y le sale una cierva con su calatito (cría), le estoy hablando de 1954 ó 55. Había bastante tlacuache. Un día fui a mercar aquí abajo y vi a cinco tlacuaches en brama y los empecé a apedrear, de repente se regresan todos pelándome sus colmillotes y sus dientes y me pusieron una corretiza tremenda.

-¿Porqué le pusieron Villa de Guadalupe?

-Mi mamá tenía una hija en este lugar, a cinco lotes de aquí en donde estamos, dio a luz y vino a ayudar a su hija, entonces nosotros vivíamos en Temilpa, Mor. todo por ir siguiendo a un hijo de mi mamá de crianza, nos fue mal porque sembrábamos y no cosechábamos nada y a pura leña nos sosteníamos, vendía mis cargas de leña de Temixco a Taltizapan y a los pobres nos cargan la mano, los policías nos cobraban a los leñeros cincuenta centavos por carga, por poderla vender en el pueblo y no quedaban uno cincuenta, si la podíamos vender a dos pesos la carga. Vino mi mamá a ver a su hija y se encuentra con la noticia de que estaban vendiendo a peso el metro cuadrado en esta colonia la que antes se llamó “Emperador Cuauhtémoc”. Cuando llegamos en el 53 ya le habían cambiado el nombre a la colonia porque al líder Domitilo Cuevas que en paz descanse, en una de las piedras anchas del cerro se le apareció la virgen de Guadalupe, por la aparición empezó a venir mucha gente. Domitilo puso un barandal y una charolita para que la gente pusiera su limosna; mucha gente decía que sí otras que no. Una tarde vino un sacerdote y picó la piedra diciendo que era mentira, que no existía ninguna virgen de Guadalupe. Al saber esto subieron Domitilo, Filomeno Barrios y otros dos señores, uno de ellos fue el señor Rodríguez propietario de una tienda de abarrotes que tenía frente a la Alameda, y se dieron cuenta de lo que había pasado. Domitilo al ver la piedra picada empezó a llorar. Al ver esto y verlo llorar, sus amigos lo trataron de tranquilizar y que si él quería edificarían en la mesa del cerrito un templo a la virgen, que lo iban a ayudar viendo a sus amigos para que contribuyeran en la construcción del templo y así lo hicieron, se empezó a recaudar dinero y material para construir la iglesia. Por ello el nombre de Emperador Cuauhtémoc cambió a Villa de Guadalupe.
Empezó a llegar mucha gente a la colonia, venían de otros pueblos a comprar y se quedaban a vivir. Hubo gente de la que llegó que tenían mala fama, pero se fueron y después vino gente trabajadora con deseos de tener tranquilidad y sobresalir además porque el terreno se vendía era muy barato. Todos tenían casitas de cartón que ya eran de lujo, nosotros teníamos casitas de palma con chinámil de aguasol, las más lujosas las tejían con acahual, porque ya estaban más derechitas y más limpias. Ahora ya no existen esas casas, todos tenemos nuestra casa de azotea.
-Ya una vez terminada la iglesia qué sacerdote tuvieron.

-La atendió mucho tiempo el padre Uribe. La iglesia se fue haciendo por partes. El primer albañil que edificó las primeras piedras fue Francisco “Grande”, vivía aquí en la colonia, después buscaron otro albañil, fue don Pedro Villalobos, vivía en el centro de Iguala; después de él se echó la primer parte pareja, también hicieron parejo el techo. Trajeron otro de Puebla a quien le decían “el chuilaca”, ese ya formó los arcos, la hizo diferente; le aumentaron como cuatro o cinco metros a la iglesia porque estaba muy cortita, ya quedó con más espacio. Esta colonia para mí, es un encanto, porque hay muchos misterios en ella.

-Como cuáles

-Como se hablaba de un “túnel” que había alrededor de la colonia lo que yo no lo creía, hasta que me desengañé que sí es cierto. Atrás de este cerro, encontraron el “túnel”, es mas, allí encontraron una tapazón. La descubrió un muchacho a quien le dieron trabajo me imagino que para construir, llamó al patrón, lo destaparon y los dos se murieron poco tiempo después, se azogaron por los ácidos que despide el dinero por estar enterrado mucho tiempo, al destaparlo, si huele uno eso es de muerte. Yo creo que ese “túnel” no lo hicieron en tiempos de la Revolución Mexicana, lo hicieron nuestros antepasados, mide dos metros de alto por uno de ancho. Me di cuenta porque enseguida está la casa de un amigo y está asentada precisamente sobre el “túnel” y un compadre que estaba haciendo un horno también encontró el “túnel”, entonces, está confirmado de que sí es cierto y se dice que llega a Iguala y pasa hasta la 24 de Febrero. Aquí puede empezar o puede ser el fin. Se comenta mucho de un “túnel” que está en la Parroquia de San Francisco de Iguala, pues puede ser que tengan conexión con el que le digo, nadie se ha preocupado por investigar.
-Qué otro misterio.

-Lo que le voy a contar puede ser mentira para la gente que lo lea, pero es cierto para nosotros. Aquí, en ésta casa hay un “duende”.

-¿Aquí?

-Sí.

-Ya me voy…(risas)

-Lo veía mi hijo hace como treinta y seis años. Él tenía cuatro años de edad cuando empezaba a jugar con el “quién vive”; ya ve que los niños hablan y hablan como si estuvieran jugando con alguien y nunca le hicimos caso, Le decíamos: “A dónde vas. A jugar con el quién vive. Ándale pues”. Al otro lado vivía un compadre que tenía tres hijas de seis, siete años; hay unas escaleritas y “el quién vive” iba delante de mi hijo subiéndolas, las chamacas iban también subiendo las escaleras y “el quién vive” le pica las asentaderas a una de ellas, se voltea y le pega a mi hijo, ellas no vieron al duende y aunque les dijo quien había sido, no le creyeron. Tiempo después vino una familia de Querétaro que conocí cuando vendía las alhajas que para mí son familiares porque me trataron muy bien, llegaron cinco muchachas con sus papás, les tendimos colchonetas en la sala pues venían cansadas por el viaje y las cinco muchachas se acostaron y pardeando, casi oscurito, se levanta una de ellas y sale a la carrera pero espantadísima, se sentó en medio de nosotros que estábamos platicando, se puso la mano en la quijada, se recargó en ella y no dijo nada, le empezaron a echar relajo pero ella no dijo nada. A los tres días, ya que se iban, me dijo: “maestro, no vuelvo a venir a su casa”. Por qué Lupe, le pregunté. “Porque me espantaron y si le digo que cosa fue no me lo va a creer”. Dime aunque sea una mentira, le dije. “No, sí es cierto, de la puerta me hicieron…. Shi, shi; yo creí que era una de las muchachas y me tapé de pies a cabeza con la sábana y al poquito rato me soplaron en el oído que hasta airecito sentí y oí un susurro que me nombraba… ¡Lupe! y me destapé, ¿Qué creé que era?”.....no sé, le dije en respuesta. “Un niñito chiquito encueradito, luego que me quité la sábana de la cara se empezó a reír y salí a la carrera de la sala”. Entonces le aclaré que sí era cierto, que había un “duende” pero que no hace nada y que jugaba con mi hijo Agustín.

-¿Y todavía existe?

-Pues yo creo que sí. Nunca lo hemos visto, pero ya nos hizo una travesura; mi vecina, que es mi comadre y mi mamá escucharon que alguien había tirado al suelo los trastos que dejamos en la alacena; mi esposa y yo habíamos salido al centro y echamos llave a la cocina, al llegar me dice mi mamá lo que había escuchado, creyendo había un gato encerrado quien tiró los platos, mi esposa entró y entonces escuché el ruido de platos caídos al suelo, hasta pensé que era mi mujer a la que le había pasado esto y al salir me dijo que los platos estaban en su lugar. No pasó nada.

Ahí en la esquina del portón de la entrada, estaba una parota (árbol) acacia que plantamos y creció grande, salía una rama que tapaba casi la calle y unos vecinos que trabajaban en la estación, pasaban a las tres, cuatro de la mañana y veían a una mujer columpiándose en la rama con su pelo suelto y vestida de blanco, seguido la miraban. Mi esposa la vio y se peleó con ella creyendo que era mi amante. Cierta vez, se paró al baño como a las tres de la mañana y la vio de pie por dentro de la casa, en el portón, mi esposa se quedó viéndola y la mujer le hacía señas con la mano llamándola, se metió al baño, se esperó un ratito, salió del baño y la mujer ahí seguía y la llamaba con la mano; mi esposa pensó que posiblemente yo le había dado las llaves para que se metiera a la casa y dijo, ahorita voy, se mete por un machete mocho, se asomó nuevamente, la volvió a ver que la seguía llamando, y le azota el machete en el cemento que hasta lumbre sacaba, bajó unas escaleritas y cuando llegó hasta donde la había visto la mujer de blanco ya no estaba. Hay muchos misterios aquí, muchos. Hace como veinte años la gente que se desvela, vieron pasar un caballo como a las tres de la mañana, dicen que era negro, hasta brillaba el condenado animal y se perdía a lo largo de la calle. Después un perro amarillo muy grande, le ladraban los perros en la calle y después de los ladridos, chillaban como que les pegaban; tanto y tanto que salí a ver qué cosa era, pues vi a un perro amarillo muy grande, los perros casi le llegaban, pero nomás los volteaba a ver y se regresaban a la carrera chillando lastimosamente. Lo vi como unas dos o tres veces hace trece años y ya no volvió a pasar.

-Algo más que usted se acuerde.

-No, hay muchas cosas que no terminaríamos de platicar, mejor vámonos al tema que le trajo a mi casa (el de Prócoro Salgado).

-Pero a mí me interesaba una historia más y le pregunté cuándo empezaron a celebrarle a la virgen de Guadalupe el 12 de diciembre.

-Desde antes del 53 año en que nosotros llegamos. Le hacían la fiestecita allá en la piedra. Y ya en el 53, llegamos a principio de ese año, se puede decir que fue la primera fiesta grande, hubo gallos, que perdieron por cierto, y se ponían puestos de antojitos. Mi papá vendía refrescos y cerveza, cuánto cree que nos quedó de ganancia en ocho días de fiesta… tres pesos nos quedaron después de hacer cuentas. Venía mucha gente hasta que apareció la competencia en el cerro de la Burócrata en donde empezaron a celebrarle a la virgen de Guadalupe el 12 de diciembre. Para la construcción de nuestra parroquia nos apoyó mucha gente de Iguala, nos traían varilla, cal, cemento, ladrillos; al principio éramos pocos los que vivíamos aquí, después se empezó a poblar la colonia y llegamos a ser como treinta ciudadanos y muy unidos en la construcción de esta obra. Las muchachas hacían bailes los sábados y domingos, se amanecían bailando para recaudar fondos para la parroquia. Cobraban a diez centavos la pieza y la música era con un tocadiscos. Ahora ya tenemos sacerdote de planta que es el Padre Gerardo, estuvo un tiempecito con nosotros el Padre Francisco Javier Tejeda, de aquí se fue a la San Francisco. Antes de él estuvo el Padre Maurilio pero el que recibió la iglesia ya terminada fue el Padre Jesús Casarrubias. La Iglesia se construyó como en doce o quince años. Las torres tienen como siete años que se hicieron. Un detalle muy especial, cuando empezamos a escarbar el lugar para hacer los cimientos, encontramos unas piedras extrañas que no existen por aquí, mucho tepalcate y cuentitas de collar, aquí tengo una de esas piedras (y me la señala) es piedra rara que como adobe, muy maciza, en este muro está plantada otra igualita a esa, se las trajo mi padre que ayudó a abrir la zanja para los cimientos, yo estaba muy chico pero también iba con él para ayudarles.
-Bueno, ahora vamos a platicar sobre su abuelito Prócoro Salgado. Pero lo dejaremos para la próxima entrevista del domingo. Recuerden amigos lectores, dentro de ocho días conoceremos algo sobre el autor de Modesta Ayala, Prócoro Salgado. Hasta entonces.

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