lunes, 7 de noviembre de 2011

Avances tecnológicos alteran metodos de enseñanza musical

Confronta criterios de los viejos maestros y las prácticas de las nuevas generaciones

Son pocas las acciones diseñadas para contrarrestar ese fenómeno, señalan investigadores

ÉRICK ALBA

La irrupción de la tecnología electrónica en el universo infantil de nuestros días se traduce como un fenómeno que interrumpe la comunicación entre los viejos maestros de la música y danza tradicional, principalmente de la Tierra Caliente de Michoacán, y las nuevas generaciones que desean aprender esas manifestaciones, lo que pone en evidencia un sistema de investigación que no ha podido evolucionar con la misma rapidez con que aparecen estos fenómenos, y el surgimiento de los primeros ensayos educativos en que se pondera el entorno de las manifestaciones que se pretende impartir.

Aunque el problema empieza a obtener reconocimiento por parte de distintos investigadores en el territorio michoacano, son pocas las acciones diseñadas para contrarrestar ese fenómeno y todas están originadas en la iniciativa individual de los investigadores, sin participación de las instituciones, según se desprende de una serie de entrevistas y consultas bibliográficas hechas por este diario.

Ese fenómeno de incomunicación entre distintas generaciones, por lo menos en lo que se refiere a la enseñanza de la música y danza tradicional calentana, se detectó en distintos talleres de fomento de las artes tradicionales realizados en los municipios que conforman el Valle de Apatzingán, aunque hay razones para creer que lo mismo sucede en la Depresión del Balsas, que tiene como capital regional a Huetamo, donde los maestros de edad avanzada trataron de enseñar a los niños la manera de ejecutar los géneros musicales “a la usanza vieja”.

El problema se presentó cuando los maestros utilizaron la técnica de enseñanza con la que ellos mismos aprendieron, décadas atrás, basada en la observación y la imitación de movimientos sobre el instrumento, para encontrarse con que los alumnos actuales requieren de explicaciones técnicas sobre lo que se les solicita y que es algo que no está en la metodología de los viejos músicos calentanos, como explica el etnomusicólogo Rafael Ramírez López:

“Ese mismo sistema se utiliza hoy como metodología de los maestros de edad avanzada, pero es inoperante para la comprensión de niños y jóvenes debido a que el aprendizaje visual quedó rebasado por la integración de nuevos medios tecnológicos, por lo que es preciso desarrollar metodologías o estrategias que enlacen los dos sistemas de enseñanza-aprendizaje”, acotó.

Como autor de discografía y libros que estudian la esencia de la música tradicional calentana, Ramírez llegó a la conclusión de que “las generaciones nuevas entienden eso (el arte tradicional) de forma diferente porque hay una carga sintagmática distinta a la que los maestros manejan aunque se refieran a lo mismo. Por ejemplo, los adultos mayores ya no entienden lo que está pasando con las nuevas tecnologías, y ahí hay una gran fractura que les impide relacionarse, porque los jóvenes tampoco entienden ya las viejas tecnologías”.

Por su parte, el también etnomusicólogo relacionado con la Tierra Caliente michoacana, Jorge Amós Martínez Ayala, considera que la velocidad con la que surgen los nuevos fenómenos que entorpecen la permanencia de las expresiones tradicionales es muy superior a la velocidad con la que los investigadores pueden estudiar y atender esos mismos fenómenos, como lo señala en su publicación El regreso a la casa de las plumas de papagayo. ¿Para qué y cómo enseñamos música y baile tradicionales a las nuevas generaciones?

Allí, Martínez Ayala menciona un ejemplo contundente, entre otros, cuando explica que el único criterio adoptado por los académicos para diferenciar al son planeco del son del sur de Jalisco y el que corresponde a Colima, “es el límite político (geográfico), no el repertorio, las coplas, las técnicas de ejecución”, lo que pone en relieve el grado de retraso que existe en el estudio y fomento de las expresiones artísticas de corte tradicional desde el punto de vista académico e institucional.

Los esfuerzos oficiales

Alejandro Martínez de la Rosa, también etnomusicólogo con indagaciones en la Tierra Caliente de Michoacán, reseña en Salvaguarda de la música tradicional en la Tierra Caliente. Programas de preservación y desarrollo del patrimonio cultural de una región, publicado en el volumen 6 de la revista Ra Ximhai, editada por la Universidad Autónoma Indígena de México (mayo-agosto 2010), el surgimiento de al menos tres programas institucionales diseñados para estudiar, fortalecer y promover la práctica de las expresiones tradicionales calentanas, aunque ninguno llegó a los resultados esperados.

Así, surgió en 2002 el Proyecto Tepalcatepec, por iniciativa de El Colegio de Michoacán (Colmich) y obtuvo la participación Instituto Nacional de Ecología, el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana y el Instituto Tecnológico Superior de Apatzingán, junto a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, el Instituto Nacionales de Antropología e Historia (INAH), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través del Instituto de Geografía e Instituto de Ecología, el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Desarrollo Integral Regional del Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco, y las universidades de Sevilla, España y Manchester, Inglaterra, para “integrar un grupo de trabajo que pueda desarrollar un modelo de intermediación estratégica entre distintas disciplinas, instituciones y las comunidades locales”.

A pesar de obtener entrevistas y registros fonográficos y audiovisuales durante el proceso que después se integraron a un archivo, el proyecto académico no se consideró exitoso pues no llegó a los resultados planeados, ya que no se pudo incrementar el número de ejecutantes jóvenes, sino sólo registrar a los que ya existían, por mencionar sólo un ejemplo de proyectos institucionales relacionados con la preservación y difusión de las artes tradicionales en la Tierra Caliente que se enfrentaron a distintos retos insorteables, sobre todo de carácter administrativo y monetario.

Otro caso emblemático, que aunque no se puede considerar como frustrado sí puede observarse como inconcluso, es el que surgió en 2001 a iniciativa de la Dirección General de Vinculación Cultural, perteneciente al Consejo Nacional para la Cultura y la Artes (Conaculta), con el nombre de Dirección de Vinculación Regional y en que se conjuntaron cinco programas de preservación cultural en las regiones de Sotavento, Yoreme, Tierra Caliente, Istmo y Maya.

Sobre eso, Martínez de la Rosa destaca que “si bien el Programa de Desarrollo Cultural de Tierra Caliente (uno de los cinco contemplados) ha operado de manera benéfica para enlazar las iniciativas de las distintas instancias culturales de los estados, y ha comprometido a estados como Jalisco, Colima y estado de México a verse reunidos bajo la premisa de pertenecer a una región más amplia, en la práctica cotidiana de los promotores e investigadores locales el impacto ha sido realmente mínimo. Aunque las reuniones han sido enriquecedoras y han logrado formar una red más amplia de agentes culturales, el trabajo concreto de salvaguarda en el ámbito local sigue teniendo las mismas deficiencias en lo económico. Los materiales que se han publicado son de difusión, pero no funcionan como herramientas de enseñanza de las tradiciones musicales ni tampoco para utilizarlos de referentes para investigaciones más profundas”.

Los primeros intentos

Ante eso, la asociación civil Música y Danza Tradicional, donde por coincidencia se agrupan Jorge Amós Martínez y Alejandro Martínez, entre otros promotores como David Durán Naquid, implementó una estrategia de enseñanza de la música y danza tradicional calentana dirigida a niños y jóvenes del sector urbano.

Su estrategia didáctica reconoce la imposibilidad de transmitir esas manifestaciones como hechos aislados, por lo que pondera el conocimiento de otros aspectos como la historia regional, sus sistemas productivos e incluso promueve el traslado de los alumnos desde las ciudades hasta las comunidades en que se realizan las fiestas, religiosas o profanas, en las que se utiliza la danza y música tradicional.

Todo lo anterior se desarrolla como estrategia educativa en el Centro Cultural El Huerto, recientemente inaugurado en la ciudad de Morelia, y sobre el que David Durán explicó que su objetivo es contrarrestar la omisión del sistema educativo mexicano sobre la existencia de manifestaciones artísticas regionales:

“Desde su creación, el sistema educativo nacional ha dejado de lado una serie de elementos culturales que pueden ser aplicados en el aula. Uno de ellos es la forma de aprendizaje de la música tradicional campesina en su contexto de creación y vivencia; esto provoca una errónea catalogación como música folclórica y la paulatina pérdida de una tradición que es parte de nuestro patrimonio cultural”, aseveró Durán.

Una de las bases de ese sistema de enseñanza es el conocimiento y práctica de los distintos géneros musicales y dancísticos que pertenecen a cada subregión de la Tierra Caliente, donde se engloba la instrumentación de cada una de ellas, los tipos de fiestas y sus nombres respectivos, así como el contacto directo de los alumnos con los ejecutantes y compositores de la música y danza tradicional en sus propios lugares de origen, lo que incluye el desarrollo de círculos de lectura en los que los educandos se sumergen también en la poesía tradicional de la región, explicó Durán.

Los retos

Pese al avance que significa esa propuesta didáctica, Rafael Rodríguez López todavía advierte la necesidad de fomentar en el investigador un sentido de servicio que lo llevaría a convertirse en una suerte de “traductor” entre los viejos maestros y los nuevos alumnos, algo que ya se contempla en el proyecto educativo de El Huerto, pero que todavía no es aplicado en las región calentana:

“Los elementos técnicos que integran a una generación y a otra (como herramientas manuales para la producción agrícola, en los maestros de edad avanzada, y herramientas computacionales en los niños y jóvenes), son los que determinan esa fractura en la comunicación: al estar diferenciados esos elementos, ya hay diferenciaciones sintagmáticas por lo que el contenido del lenguaje entre la generación de los maestros mayores les permite entenderse entre ellos, pero no así con las nuevas generaciones a las que ya no les dice algo el Amor fortuito, que es de lo que habla la música tradicional, o el canto a la tierra o la música que tiene que ver con los procesos agrícolas o sexuales”, señaló el investigador.

Como ejemplo, mencionó el rechazo que muestran los maestros mayores hacia instrumentos musicales modernos: “hay una fractura del lenguaje y de los instrumentos tecnológicos, entre ellos los instrumentos musicales que comúnmente son usados por las generaciones antiguas y que de algún modo descalifican a los instrumentos utilizados por las nuevas generaciones, como la guitarra eléctrica o la batería electrónica, porque no hay una manera de interrelacionarlos con la música que ellos poseen, aunque entendiendo que ninguna de las dos formas es mala o buena, simplemente que las dos posibilidades de adaptación son distintas entre sí. Eso lleva a la disociación generacional”, apuntó.

Por lo anterior, Rafael Rodríguez propuso “una discusión entre los individuos que investigan este caso para nutrir cada una de sus investigaciones. Lo interesante es ver lo que estamos comprendiendo para lograr una sistematización: tendríamos que discutir primero hasta qué punto es válido considerar este fenómeno como un problema que el investigador debe corregir.

“Una manera de promover la corrección del problema es situar al investigador entre los dos extremos de la comunicación (maestro de edad avanzada y alumno joven) como un traductor, pero si el que toma el papel de traductor no comprende los elementos que conforman el problema, sería estéril su función porque no sabría qué hacer; entonces, tenemos que sistematizar la información disponible y metodizar las acciones para así lograr que la enseñanza oral que recibe el chico tenga una significación en su rutina diaria, porque si no le dice nada en su entender cotidiano, no le interesa tener ese conocimiento”.

http://www.lajornadamichoacan.com.mx/2011/11/07/index.php?section=cultura&article=016n1cul

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